Puedes nadar por la superficie todo el tiempo que decidas. Nadar plácidamente de espaldas mirando el cielo y disfrutando de la imagen.
Puedes girar y bracear rítmicamente notando el deslizar de tu cuerpo sobre el agua.
Puedes simplemente flotar descansando y percibiendo que debajo hay
un fondo, que contiene mucho más cosas que lo que ves ahora en la superficie. Otro mundo del que tienes la sensación de recordar como es; sus paisajes, sus escondrijos, zonas en las que llega el sol y zonas más oscuras, que aun cuando, con los ojos no logras divisar nada, otros ojos tuyos saben que guardan cosas que están allí hace mucho tiempo.
Entonces vuelta a nadar, a nadar y a nadar hasta que tus brazos estén entumecidos y doloridos.
Entonces las ganas de gritar
Entonces la desesperación
Entonces la certeza de que todo aquello que te toca vivir es así, dolor, sacrificio, cansancio y ahogo.
Casi sin fuerzas tu cabeza se inclina y se sumerge atravesando esa delgada y frágil línea que te separa del vasto fondo.
Ahora ves todo aquello que habías imaginado como si algún día ya hubieras estado allí.
Observas las zonas claras donde llega el sol y las zonas oscuras tan magnéticas y llenas de intriga.
Sabes que son esas zonas las que te han llevado a nadar hasta la extenuación, a hacer en tu presente esfuerzos sobrehumanos con la intención de no conocerlas.
En realidad teniendo en cuenta tu sensación de ya conocerlas el término correcto sería RE-Conocerlas
Qué más puedo decirte amigo…
Solo en las profundidades se encuentran las más valiosas perlas.
